Escribir sobre belleza cuando tu vida es fea
Encargos de escritura, proyectos que dan miedo, frases de Bibiana Collado y descubrir que tu impostora es muy machista
Tengo que escribir sobre la belleza física y hay algo que me lo impide. Miento. En realidad, no tengo que escribir sobre la belleza física. Nadie me lo ha impuesto. Nadie me ha colocado una pistola en la cabeza y a golpe de rifle me ha dicho: ¡Escribe sobre eso o no quiero nada tuyo! Todo forma parte de este inventario cinematográfico, al cual no suelo acudir regularmente, y a ese síndrome que habita en mí que me impide fluir y, simplemente, hacer y escribir.
Resulta que me han pedido un encargo. Y yo siempre he querido que me llamaran al 669… para decirme: querida, necesito un texto tuyo. Y, las veces que ha ocurrido, como esta, me he quedado más en blanco que mi pared del baño. El tema en cuestión parecía sencillo. Un instante de belleza. La belleza en las pequeñas cosas. La relación entre belleza y catástrofe. Debería ser sencillo, ¿no? Al menos, para mí, que soy poeta y que siempre defino a la poesía como la capacidad de encontrar belleza en la más pura mierda. Sin embargo, me he empeñado tanto en que tengo que ser la mejor, escribir mejor que nadie, dejar sorprendidos, hacer que no se arrepientan de haberme llamado y todas esas rumiaciones que me he quedado en blanco.
En un primer encuentro con los alumnos y alumnas, cogí mi libreta nueva y empecé a escribir ideas y ensoñaciones de las que podía nacer una historia. Siempre nacen historias de los diálogos ajenos. Las frases que más me habían tocado, arañado o penetrado cual aguja en la piel y luego en la vena para extraer lo bueno y lo malo de ti misma, tenían que ver los actos cotidianos, con lo más íntimo, con lo más personal y con el dolor y el trauma. Porque sí. Quien me conoce, lo sabe. Quien me ha leído, lo sabe. Soy experta en crear belleza (o eso creo) del trauma propio y convertirlo en ajeno. Algo como: esta es mi historia, pero, si te fijas una mijita, un poquito tuya también.
Algunas frases que se repitieron y que iluminaron mi rostro tenían que ver con el concepto belleza tradicional en el aspecto más físico, más primitivo, más natural, incluso más animal. Otra vez miento. Tenían que ver con el aspecto más patriarcal. No me siento bella, no como ellos lo piden; La belleza como anhelo propio; He buscado siempre la persecución de la belleza; Necesidad de hacer fotos; Resistir es belleza.
Otras anotaciones me llevaban a narrar de forma escénica y teatral a modo de diálogo una tragedia, un horror, una catástrofe en la que, una voz asumía la belleza y otra voz, se quedaba y se quebraba en el llanto. No hay poesía en la tragedia. El trauma crea trauma. El trauma no es bello. Es sangre.


Había luz en la casa apagada
Mamá gritaba - mamá llamaba a mi hermana
¿Dónde estáis? ¿Has escuchado lo que dicen?
Papá sacaba el coche del garaje
El pueblo se quedó sin luz - todo era agua
Ríos de cuerpos, ríos de brazos, ríos de manos
Cadenas humanas pidiendo alimento - pidiendo cordura
Silencio - Silencio administrativo
El silencio reinaba como un ídolo antiguo.
Y ese silencio es como un túnel por el que solo avanza el tiempo.
(Esta escena se eliminará de mi imaginario y también de mi ordenador, ya que nunca se llegará a terminar).
Empecé a escribir varias escenas. Recibimos un correo. Un correo revelador. Y otra vez la duda. ¿Qué coño estoy haciendo? ¿Sobre qué quiero escribir? Mando un WhatsApp y planteo mis dos ideas. Mis dos únicas ideas. ¿Para qué voy a plantear más si todas son una mierda? Y a la semana llega la respuesta: me gusta la idea de la belleza efímera, de que todo va y viene, de compartir y capturar los momentos. Intenta trasmitir estas tres ideas en la escena: la belleza física, capturar instantes y la transitoriedad de todo y todos. Vale, me pongo a ello. Respondo.
Y tecleo. Y borro. Y tecleo. Y borro. Y vuelvo a teclear. Y vuelvo a borrar. Y entre el tic, tac de mis dedos resuena también el tic, tac del reloj que me dice que me quedan pocos días para realizar la entrega. Y lo único que tengo es un diálogo entre tres mujeres que no hay por donde cogerlo; tres mujeres con opiniones muy diferenciadas (de cara a la galería), pero con un problema común: son mujeres y el concepto de género está muy evidenciado cuando se habla de belleza física; y tres monólogos interiores finales e inacabados, por supuesto.
Una de los pensamientos que más me martillea como pájaro carpintero en árbol ajeno es: ya está otra vez esta tía hablando de lo mismo. ¿No tienes otro tema, bonita? Y te diré: ¡CLARO QUE SÍ, PEDAZO DE IMBÉCIL!, digo. ¡SE SUPONE QUE UNA BUENA ESCRITORA DEBE ESCRIBIR DE TODO!, continúo. Sin embargo, antes de ponerme pasivo-agresiva, he recordado una frase que me dijo, la también poeta, Bibiana Collado Cabrera:
-Sara, siempre vas a escribir de la misma herida. Y está bien. Solo que, cada vez, lo harás desde otro lugar, desde otro sentimiento y eso será lo que lo haga mágico. Lo que lo haga diferente. Lo que lo haga bueno y valioso.
Pues ya está, ¿no? Si lo dice Bibiana será así. Será el argumento al que me aferre cuando me digan que siempre hablo de lo que siempre hablo: violencia familiar, abuelas, relaciones de poder, hombres malos, violencia machista, cuerpos, gordura... En fin… ¿no será que esa pregunta se la hace mi jueza interna que, además, se ha empapado de todas las opiniones y mensajes de hombres machistas sentados y recostados en sus sofás y esferas culturales doradas? Porque, entre tú y yo, nadie nunca me ha dicho nada sobre lo que escribo. Al revés, me han invitado a hablar más de ello. Al final resultará que mi jueza, además de impostora, boicoteadora, saboteadora y pesada, es muy machista.
El hecho de compartir mi inseguridad, mis preguntas sin respuesta y mis comeduras de cabeza hacen que tengan una menor importancia. Es decir, todas nos sentimos expuestas y evidenciadas cuando tenemos que entregar algo nuestro, muy nuestro, pero pensado para que otro y otra lo represente, ¿no?
Tengo poco escrito, pero siento que, cuando todo coja forma, será algo bueno, algo bello, algo interpretable. Aquí os dejo algunas de mis marañitas cerebrales.
-Dicen que en algunas culturas existe la superstición de que cuando a alguien se hacen una fotografía, esa instantánea se apropia no solo de la imagen de la persona, sino también de su alma.
-También dicen que hacerte muchos selfies denota problemas psicológicos.
-¡Y falta de sexo!
-¿Quién dice eso?
-¡Muchos estudios!
-La belleza está en los ojos de quien mira.
-¿Y eso quién dice?
-Eso lo decía mi abuela.
-La flor de la hermosura muy vistosa y de poca dura… La hermosura es flor de un día: hoy no luce, ayer lucía.
-¡Eso me suena! ¡Eso lo decía el refranero popular!
-Pues no lo entiendo.
-Que la belleza no dura eternamente. Que se va. Que se esfuma. Que es efímera.
(Escena que estoy escribiendo y que debo terminar en dos semanas… ¡Cómo mucho!).